Fresco del Toro - Arte cretense

martes, agosto 31, 2010

Hegemonía Matriarcal o Patriarcal

Sociedad matriarcal es un término aplicado a la formas ginecocráticas de sociedad, en las cuales el papel de liderazgo y poder es ejercido por la mujer y especialmente por las madres de una comunidad; matriarca deriva del griego mater o madre yarchein (arca) o reinar, gobernar.
Se afirma que el paso del matriarcado al patriarcado tuvo un punto de inflexión clave cuando el hombre descubrió que era él, con el semen, quien fecundaba a la mujer, siendo, por ende, padre de la criatura. Un hecho tan bien sabido por cualquier mortal actual, fue todo un descubrimiento (quizá mayor que el del fuego) en los tiempos prehistóricos. Que el hombre pudiera situarse como factor indispensable en lo que a la reproducción se refiere, hizo que comenzara a tomar consciencia de la necesidad de asegurar su paternidad. El culto a la fecundidad femenina se dejó un lado, comenzando la civilización. El progreso de la cultura no ha sido nunca sencillo. Desde los hititas con el uso del hierro, hasta los EEUU con la invención de la bomba atómica, el progreso humano ha estado intrínsecamente correlacionado con la industria de la guerra. El establecimiento del patriarcado, coinciden los estudiosos, significó la aparición del orden social, las normas jurídicas, la propiedad privada, el Estado, e igualmente, la esclavitud.
Muy sintéticamente, pues, puede afirmarse que la evolución de la cultura en tiempos históricos se ha caracterizado por el paso del matriarcado al patriarcado, el cambio del culto a la fertilidad por el “culto a la guerra”. Dicho esto, no hace falta decir que el elemento “matriarcal” no ha sido del todo eliminado, y se halla mucho más presente en nuestra cultura de lo que nos imaginamos. Cultos como el de los egipcios hacia Osiris, o el propio culto cristiano hacia la resurrección del Hijo de Dios, no dejan de estar relacionados con “lo cíclico”, con el ciclo de la vida y el culto a la fertilidad.

Las sociedades matrifocales
Una investigación sobre el carácter religioso y jurídico del matriarcado en el mundo antiguo, la teoría de Johann Bachofen (1861) presentó una visión radicalmente nueva del papel de la mujer en una amplia gama de sociedades antiguas. A través de su investigación se propuso demostrar que la maternidad es la fuente de la sociedad humana, de la religión, la moralidad, y el «decoro», escribiendo sobre las antiguas sociedades de Licia, Creta, Grecia, Egipto, la India, Asia central, África del norte, y España. Concluyó el trabajo conectando el derecho arcaico de la madre con la veneración cristiana a la Virgen María. Propuso cuatro fases de la evolución cultural supuestamente superadas:
-Una fase «telúrica», nómada y salvaje, hetairismo, caracterizada según él por el comunismo y el poliamor. La deidad predominante habría sido, una proto-Afrodita terrena;
-Una fase «lunar» matrifocal basada en la agricultura, caracterizada por la aparición de los cultos mistéricos ctónicos y de la ley. La deidad predominante habría sido un temprano Demeter.
-Una fase transitoria en la que las tradiciones habrían sido masculinizadas,la dionisíaca, en la medida en que el patriarcado empezaba a emerger. La deidad predominante, el Dionisos original.
-La fase «solar» patriarcal, la apolínea, en la cual todo rastro de la sociedad matrifocal y de pasado dionisiaco fue suprimido y surgió la civilización moderna.

Bachofen, creador de la teoría del matriarcado, del famoso “Muterrecht”, fue retomado por pensadores claves de nuestra cultura pertenecientes a diversos campos de estudio: desde Engels hasta Freud y por antropólogos tales como Malinowski, Durckheim y la Escuela francesa, Mircea Eliade, etc. Asimismo fue retomado por la primitiva Escuela de Francfort ( E. Fromm, por ejemplo), por el Círculo Eranos, por el gran mitólogo Joseph Campbell, y fue objeto de atención y de franca admiración del pensador español José Ortega y Gasset, entre otros.

Friedrich Engels:
Utilizó a Bachofen para sus "Orígenes de la familia, de la propiedad privada y del Estado". Engels concluyó en su obra mencionada que:
-el hombre vivió originalmente en un estado de promiscuidad sexual, para describir el cual Bachofen utiliza el término erróneo de «hetairismo»;
-tal promiscuidad excluye cualquier certeza de la paternidad, y que se podría por lo tanto remontar el parentesco solamente en la línea femenina, según el matriarcado, y que era originalmente el caso éste entre todos los pueblos de la antigüedad;
-a partir de las mujeres, en tanto que madres, eran los únicos padres de la generación más joven que eran sabidos con certeza, ella llevó a cabo una posición de tal alto respeto y honor que se convirtió en la fundación, en el concepto de Bachofen, de una regla regular de las mujeres (ginecocracia);
-la transición a la monogamia, por la que la mujer pertenece a un solo hombre, implicó una violación de una ley religiosa primitiva (es decir, realmente una violación del derecho tradicional de los demás hombres a esa mujer), y para expiar esta violación o comprar la indulgencia por ello, la mujer tuvo que entregarse ella misma por un período limitado. (Friedrich Engels, 1891).

Tradicionalmente cuando se toca el tema de la situación de la Mujer, hay una tendencia casi instantánea de encerrarla en el término familia, de allí que se hable del rol familiar, refiriéndose al trabajo doméstico que ha realizado la mujer de manera exclusiva por siglos, pero que en realidad no siempre ha sido así. La familia es una institución que reviste carácter histórico, y que ha sufrido diversas transformaciones en el devenir de la sociedad. En la comunidad primitiva, la Mujer ejerce un papel fundamental, y es que la descendencia se marca por línea materna, ya que era la única certera porque cada mujer sabía cuáles eran sus hijos, más sin embargo, todos los hijos de las mujeres de una comunidad son hijos comunes, tal situación se desprende del hecho de que no era posible conocer quién era el padre, y éstos resultaban igualmente padres de todos los hijos, es esta la forma en la que se conciben los matrimonios por grupos. El Matriarcado, propio de éste período histórico, puede definirse, como una sistema en el cual la Mujer ejerce una función social de primer orden para el desarrollo de la comunidad, no ejerciendo una supremacía sobre el hombre, ni porque era quien se encargaba de las labores internas de la comunidad (error muy común en el que se suele caer para definir el matriarcado), sino porque por derecho natural la posición social de ambos sexos era determinada de acuerdo a las capacidades, por ejemplo, un hombre anciano ya no podía dedicarse a labores de recolección, y una mujer joven, podía perfectamente, garantizar el sustento de la comunidad sin exponerse a labores o cargas extenuantes.. Puede afirmarse, tomando en cuenta las condiciones de la época, que la distribución de tareas se hacía “de cada quien según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, sumado además a la estimada posición social que ocupa la mujer; de allí que también se le llame a este período comunismo primitivo. Ahora bien, la ruptura que se da para despojar a la mujer de la privilegiada posición que ocupaba en la comunidad primitiva, que en palabras de F. Engels “fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”, está determinada por la aparición de la propiedad privada y con ello la escisión de la sociedad en clases sociales antagónicas (por lo tanto éste es el origen de la opresión a la mujer). Tal influencia, se explica por el hecho de que si bien en el matriarcado, la descendencia, y con ello la herencia, se establecía por línea materna, era necesario establecer las condiciones para garantizar que ahora la herencia se marcara por vía paterna, ya que era el hombre quien había logrado acumular riquezas, y para ello fue necesario la esclavitud de la mujer, como garantía de esa sucesión. Tal es la connotación de lo que realmente significa la familia, que el origen de su nombre famulus, significa esclavo doméstico (F. Engels. El origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado), y ciertamente, viene la familia a representar el conjunto de esclavos (hijos, esclavos propiamente dichos, y fundamentalmente la mujer) pertenecientes a un hombre. Surge entonces el Patriarcado, el cual puede definirse como “un sistema ideológico, económico y social, que consiste en la supremacía del hombre institucionalizada”.
El Patriarcado, aún vigente, ejerce junto a la moral burguesa, una hegemonía ideológica indiscutible que sostiene a la mujer soslayada, pues, sobre él se ha cimentado un sistema de géneros (construcción social que asigna determinadas tareas, según se nazca hombre o mujer, y que se diferencia del sexo en su origen, pues éste último es de carácter biológico y el primero, de carácter cultural), que ha arraigado, y perpetuado la dominación hacia la mujer. El carácter económico del Patriarcado, se determina no sólo por su origen que tiene profundas raíces económicas, sino además porque mantiene sobre la mujer relaciones propias de la esclavitud que están determinadas fundamentalmente por el trabajo no remunerado que realiza de manera exclusiva la mujer en el hogar. Esto a su vez establece su carácter social, el cual ha permitido confinar a la mujer a la escena privada y con ello toda la carga y actividades que en esta esfera se realizan y que no tiene valor económico, para asignarle a su vez al hombre como propio, la esfera pública, permitiendo un mayor desarrollo de su personalidad (en el marco de lo posible), además de crear una cadena de dependencia que se resume en la relación explotador (capitalista) – explotado (obrero), y que se reproduce en la vida familiar en micro, como unidad económica de la sociedad, bajo la fórmula: hombre obrero explotador – mujer obrera explotada. No puede hablarse de cambios drásticos, porque indiscutiblemente se trata de procesos históricos de transición entre una forma y otra, que fueron agregando elementos para finalmente desembocar en la monogamia, sistema aun dominante, pero igualmente sujeto a transformaciones (que necesariamente deben ser profundas), si la sociedad como conjunto, avanza a un sistema o formación económico – social superior. Lo que no excluye, que de no darse esa difícil transformación y a su vez se profundice la hegemonía imperialista, se pueda incluso retrogradar en esta estructura que sostiene, por excelencia, la sociedad de clases y su filosofía, y que como se ha venido observando en la arremetida ideológica imperial, da claras señales del anhelado retroceso al que los explotadores nos quieren someter en lo que a derechos de la mujer se refiere. La monogamia representa la garantía de que la herencia transmitida padre – hijo, sea confiable e incuestionable, porque el hogar viene a ser una jaula castradora de la mujer, y junto a las leyes garantía de la fidelidad femenina. Viene a representar entonces el título de propiedad de la mujer, sobre la cual se tejen una serie de relaciones desiguales y que según Marx: “ contiene en germen, no sólo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre... Encierra, in miniature, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado". Hay señalamientos y resabios muy precisos al respecto, que señala Engels en la obra ya citada, y que son expresión viva del atraso de la sociedad actual al respecto. Por ejemplo cuando se cuestiona el Código de Napoleón en su artículo 312, el cual establecía: "El hijo concebido durante el matrimonio tiene por padre al marido". No es causal que en épocas pasadas, derechos como el divorcio, fueran inconcebibles, y que la infidelidad femenina fuera castigada incluso con la muerte, mientras el hombre establecida relaciones simultáneas con un sin número de mujeres. De igual manera, los infanticidios sobre las niñas eran comunes por la ansiada esperanza de garantizar un sucesor que en futuro entrara en posesión de los bienes de su padre.
Engels señala: “La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”.
La monogamia es, por tanto, una relación económica, que ha producido dos fenómenos inherentes a ella, el adulterio, penalizado hasta hace poco principalmente para la mujer, y que ocurre precisamente porque no se trata de la unión de dos personas que ejercen libremente su amor, sino del mantenimiento de las relaciones económicas que lo sostienen. Y por otro lado la Prostitución, la cual enmascara las carencias espirituales de una relación basada en intereses y que refuerza la monogamia y el patriarcado en la medida que vulnera la condición de la mujer. La prostitución es una relación que esclaviza a la mujer, producto de que en la familia monogámica el hombre es el sujeto histórico.
Finalmente señala Engels: “En cuanto los medios de producción pasen a ser propiedad común, la familia individual dejará de ser la unidad económica de la sociedad. La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también. La sociedad cuidará con el mismo esmero de todos los hijos, sean legítimos o naturales. Así desaparecerá el temor a "las consecuencias", que es hoy el más importante motivo social -tanto desde el punto de vista moral como desde el punto de vista económico- que impide a una joven soltera entregarse libremente al hombre a quien ama”. La familia es pues, la expresión más íntima de unas relaciones sociales determinadas por la propiedad privada.

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“Yo soy la madre natural de todas las cosas, señora y guía de todos los elementos, progenie primera de los mundos, la primera entre las potencias divinas, reina del infierno, señora de los que moran en los cielos, en mis rasgos se conjugan los de todos los dioses y diosas. Dispongo a mi voluntad de los planetas del cielo, de los saludables vientos de los mares y de los luctuosos silencios del mundo inferior; mi nombre, mi divinidad es adorada en el mundo entero bajo formas diversas, con distintos ritos y por nombres sin cuento. Los frigios, los primeros en nacer de todos los hombres, me llaman madre de los dioses de Pesinunte; los atenienses, nacidos de su propio suelo, Minerva Cecropiana; los chipriotas, a los que baña el mar, Venus Pafiana; los cretenses, portadores de flechas, Diana Dictina; los sicilianos que hablan tres lenguas, Proserpina Infernal; los habitantes de Eleusis, su antigua diosa Ceres (…) y los egipcios, buenos conocedores de todo el saber antiguo y que me adoran con sus ritos peculiares, me invocan por mi nombre verdadero, Reina Isis”.
Fragmento: El Asno de oro de Apuleyo

lunes, agosto 30, 2010

LA MISOGINIA

La misoginia del griego μισογυνία, 'odio a la mujer', es la aversión u odio a las mujeres o la tendencia ideológica o psicológica que consiste en despreciar a la mujer como sexo y con ello todo lo considerado como femenino. La misoginia está presente en los mitos fundamentales de todas las culturas.

Algunas épocas de diversas civilizaciones han sido más misóginas que otras; pero la raíz de la misoginia moderna es doble; por un lado, griega, a través de mitos como el de Pandora y de monstruos femeninos altamente simbólicos como las Sirenas, las Arpías, Escila y Caribdis o la Esfinge, o de filósofos como Aristóteles, quien escribió que las mujeres eran biológicamente inferiores al varón, y, por otro lado, la tradición semítica contenida en la Biblia, que consideró a las mujeres inferiores al varón a causa del pecado original de Eva y por castigo divino:

A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
Génesis 3:16-17,
FRASES
1.Hay un principio bueno, que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo, que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.(Pitágoras)
2.La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades. (Aristóteles)
3.Hay mujeres que, por mucho que en ellas se busque, no tienen interior, no son más que máscaras. Hay que compadecer al hombre que se abandona a estos seres casi fantasmales, necesariamente incapaces de satisfacer (Friedrich Nietzsche)
4. Se entiende a las mujeres como se entiende el lenguaje de los pájaros: por intuición o de ninguna manera. (Henry Amiel )
5.Si vas con mujeres, no olvides el látigo. (Friedrich Nietzsche)
6.La mujer es, reconozcámoslo, un animal inépto y estúpido aunque agradable y gracioso. (Erasmo de Rotterdam)
7.El secreto del alma de las mujeres consiste en carecer de ella en absoluto. (Jardiel poncela)
8.Las mujeres, por ser más débiles, se ven obligadas a depender no de la fuerza, sino de la astucia; de ahí su hipocresía instintiva y su inmodificable tendencia a la mentira. Por eso el fingimiento es connatural a las mujeres y se encuentra tanto en las mujeres tontas como en las inteligentes. (Arthur Schopenhauer)
9.Una mujer amablemente estúpida es una bendición del cielo.(Voltire)
10.No hay manto ni saya que peor siente a la mujer o a la doncella que el querer ser sabia.(Martín Lutero)
11.La mujer representa una especie de capa intermedia entre el niño y el hombre.(A.Schopenhauer)
12.No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en silencio.. (San Pablo)
13.La mujer es mala. Cada vez que se le presente la ocasión, toda mujer pecará. (Buda)
14.Cuando las mujeres nos aman, nos perdona todo, incluso nuestros crímenes; cuando no nos aman, no nos dan crédito de nada, ni siquiera por nuestras virtudes. (Honoré de Balzac)
15.La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer? (Sigmund Freud)
16.La más tonta de las mujeres puede manejar a un hombre inteligente, pero es necesario que una mujer sea muy hábil para manejar a un imbécil. (Rudyard Kipling)
17.Si quieres que te sigan las mujeres, ponte delante. (Francisco de Quevedo y Villegas)
18.Hay tantas mujeres bellas, pero no hay perfectas. (Victor Hugo)
19.El primero que comparó a la mujer con una flor, fue un poeta; el segundo un imbécil. (Voltaire)
20.La mujer es como la sombra: si la huyes, sigue; si la sigues huye. (Chamfort)
21.La mujer es un vulgar animal del que el hombre se ha formado un ideal demasiado bello. (Gustave Flaubert)
22.Una mujer sería encantadora si uno pudiera caer en sus brazos sin caer en sus manos. (Ambrose Bierce)
23.La mujer, sólo el diablo sabe lo que es; yo no lo sé en absoluto. (Fiodor Dostoievski)
24.Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo. (Napoleón Bonaparte)
25.Cualquiera que diga que puede ver a través de las mujeres se está perdiendo un montón de cosas. (Groucho Marx)
26.El amor en la mujer está siempre mezclado con una admiración involuntaria, y cesa cuando cree convencerse de que el hombre le es inferior. (Fiedrich Hebbel)
27.¿Por qué se marchitó la flor? Se marchitó la flor porque la abracé junto a mi corazón, por eso se marchitó la flor. (Rabindranath Tagore)
28.Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame. (Oscar Wilde)

La asignación a la mujer de funciones subordinadas al varón, sin evaluar su capacitación para las tareas asumidas por el hombre, chocó con las corrientes feministas de finales del siglo XIX, que condujeron a una nueva redefinición de los sexos, a una nueva querella de las mujeres, en buena medida vinculada a los problemas que plantea la salida de las mujeres burguesas del hogar para defender su paso a la esfera pública, así como a la existencia de los movimientos de las sufragistas y de las nuevas corrientes morales que critican la familia tradicional y afirman el derecho al placer. Es ya en pleno siglo XX, tras la obtención del voto femenino, cuando, de la mano de la revolución sexual y de lemas como "abolición del patriarcado" y "lo personal es político", las mujeres van saliendo del agujero en el que permanecieron durante siglos. Emerge a la opinión pública la lucha por la igualdad y la atrayente sociedad paritaria, todavía como utopía lejana.

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EL MITO DE PANDORA

ORIGEN

HESÍODO en Los trabajos y los días sitúa la figura de Pandora antes de la venida de los hombres actuales. Como fue ella la que trajo el trabajo, la sombra, el pecado, el dolor y la muerte, hemos de situar su llegada en la Edad de oro; Pandora supone la degradación de la humanidad. Los hombres de la Edad de Oro viven sin preocupaciones, nunca trabajaban y mueren en un dulce sueño que los despiertan en los campos Elíseos. Pandora se presenta entre ellos como un ser claramente superior y con las mejores cualidades de los Olímpicos, que ellos mismos le han otorgado.

DESTINO

Hermes forjó en el pecho de Pandora mentiras, palabras falaces y la curiosidad. Y es esta misma semilla la que le conduce a abrir la caja otorgada a Epimeteo en la que se habían encerrado las desdichas de la humanidad. Esta coincidencia intercultural refleja el pensamiento de sociedades que ven como peligroso el hecho de que las mujeres accedan al conocimiento puesto que su naturaleza pervierte la sabiduría.

CONCLUSIONES

El mito irradia una fuerte aversión a la mujer, especialmente al papel que tiene ésta en las relaciones con los hombres y cómo los conduce. Sin embargo, curiosamente unido a este rechazo se admite la superioridad femenina sobre la masculina. Pandora se erige como un elixir de los dioses y de los hombres, adornado con las cualidades de los inmortales. Estas presentaciones justifican el papel relegado que estas culturas reservan a la mujer. Son demostraciones ancestrales que definen y relegan a las mujeres como seres maléficos.


martes, agosto 24, 2010

Mujeres que corren con lobos

"Ser nosotros mismos nos causa ser exiliados por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exiliarnos de nosotros mismos."

"La mejor tierra para sembrar y hacer crecer algo nuevo otra vez está en el fondo. En ese sentido, tocar fondo, aunque extremadamente doloroso, es también el terreno de siembra."

"Por lo general cada miedo tiene tres partes: una parte es un residuo del pasado (siendo esto a menudo una fuente de vergüenza), otra parte es una carencia de certidumbre en el presente, y otra parte es miedo a un resultado deficiente o a consecuencias negativas en el futuro."

"Hay muy pocas cosas correctas/incorrectas o buenas/malas en este mundo. Existe, sin embargo, lo útil y lo no útil. También hay cosas que a veces son destructivas, así como cosas productivas."

"Muchas veces he escuchado a un hombre decir que tiene una “buena mujer” enamorada de él y él de ella, pero que simplemente no puede “soltarse” lo suficiente para ver lo que realmente siente por ella. El punto crítico para tal persona es cuando se permite a sí mismo amar “aún cuando”… Aún cuando tenga punzadas, aún cuando se sienta nervioso, aún cuando haya sido herido antes, aún cuando sienta miedo a lo desconocido."

"Dondequiera que estemos, la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas”, dispara Clarissa Pinkola Estés desde el prefacio de este libro que tardó más de veinticinco años en escribir, porque no es un ensayo sino una pormenorizada y aguda recopilación e interpretación de cuentos populares de diferente procedencia, puestos al servicio de la figura de la Mujer Salvaje. Doctorada en psicología etnoclínica –cruza de psicología clínica y etnología–, y psicoanalista junguiana, Pinkola Estés es, además, cantadora o mesemondó, es decir, heredera de las ancianas húngaras que transmiten oralmente sus tradiciones en forma de relatos, que desgranan absortas sus historias, sentadas en sillas de madera con sus monederos de plástico estrujados en las manos. Pinkola Estés utiliza con sus pacientes, para curarlas, cuentos. Y los cuenta al estilo junguiano, desde un análisis en el que cada personaje del relato es una parte de una misma psiquis, partiendo de la base de que en la mente y el alma de una misma persona, en este caso una mujer, se libran constantemente luchas tormentosas entre fuerzas opuestas.

El trabajo de esta analista está puesto al servicio de rescatar, de esos cuentos, interpretaciones que ayuden a sus pacientes o a sus lectoras a detectar en sí mismas a la Mujer Salvaje, y a dejarla operar en sí mismas, a permitirle triunfar por sobre otros arquetipos que las alejan de su propia naturaleza. ¿Quién es la Mujer Salvaje? ¿A qué fuerzas representa? La Mujer que corre con los Lobos fue elegida aquí para equiparar una parte femenina con ciertas especies de lobos, el canis lupus y el canis rufus: a saber, una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto.
Pinkola Estés nació en el seno de una familia mexicano-española y fue adoptada luego por una familia húngara. Se crió cerca de la frontera de Michigan, en una zona de bosques en la que los relámpagos no eran temibles sino usuales habitantes de la noche.
Más tarde, cuando se formaba como analista, observó que la psicología tradicional carece muchas veces de respuestas para las cuestiones más importantes de las mujeres: lo arquetípico, lo intuitivo, lo sexual y lo cíclico, las edades, el saber innato y adquirido, el fuego creador. Luego de pasarse años estudiando cuentos de hadas, mitos y relatos de múltiples orígenes, unió dos palabras, “mujer” y “salvaje”, para abrir, dice, una puerta que toda mujer comprende apenas las escucha. Es una puerta culturalmente cerrada, a veces olvidada, pero que permanece allí en tanto una mujer, cualquier mujer, permanezca allí. Es intuitiva, apasionada, indómita, es, sobre todo, una fuerza que regala a las mujeres la certeza de estar haciendo lo correcto, sea esto lo que fuere, cuando se dejan guiar por ella. Es por lo tanto una fuerza peligrosa para el statu quo, porque, cuando una mujer huele esa fuerza dentro de sí, es capaz de todo: de abandonar un matrimonio, de dejar un trabajo, de irse repentinamente de viaje, de pedir a gritos que la dejen sola, de quebrantar, si es preciso, una o todas las normas que le enseñaron. Esa fuerza femenina, advierte Pinkola Estés, trasciende cualquier nombre y entrelaza muchas otras fuerzas vitales, pero ha sido bautizada aquí con ese nombre sólo a modo de hacer inteligible su presencia antiquísima en los relatos populares que esta analista ha reconstruido buceando, muchas veces, para recuperar “huesos perdidos”, eslabones sexuales, sórdidos o escatológicos que las buenas costumbres borraron de ellos a lo largo del tiempo. Es la loba que lucha ferozmente por lo que merece vivir, y que suelta aquello que debe morir.

Loba y hembra
Los relatos elegidos por Pinkola Estés, en su consultorio, recrean el drama psíquico de su paciente. Los que ha elegido para analizar en este libro son los que a su entender resumen con más potencia el papel redentor de la Mujer Salvaje, que no emerge nunca fácilmente: siempre habrá que sortear obstáculos y desoír voces de otros arquetipos que inclinan a las mujeres a mostrarse más dulces, más cariñosas, más egoístas, más calculadoras o más débiles de lo que son.
El análisis paleomitológico que ha hecho la analista y que transmite en una bellísima prosa conecta esos relatos a veces con sueños recurrentes femeninos y otras veces con visiones que se suelen tener en estados de conciencia no ordinarios. Casi todos coinciden en un punto: a cierta altura de los acontecimientos personales de cada mujer, es necesario tener el coraje para ver aquello que los guardianes de la conciencia aconsejan no ver. Es necesario correrse de lugar y darle crédito a esa carga de Yo de un orden diferente del que el psicoanálisis tradicional nos ha acostumbrado. Pinkola Estés habla de alma. Y dice que “cuando trabajamos el alma, ella, la Mujer Salvaje, crea una mayor cantidad de sí misma”. Sólo hace falta hacerle espacio: ella, esa fuerza, hace el resto del trabajo por nosotras, porque entonces nosotras ya somos ella. Que la educación, la cultura o el miedo hayan taponado el ingreso de este arquetipo a la mente de una mujer no significa que ella no esté esperando, como una guerrera, su nueva oportunidad. Pinkola Estés afirma que “si una mujer logra conservar el regalo de ser vieja cuando es joven y de ser joven cuando es vieja, siempre sabrá lo que tiene que esperar. Pero, si lo ha perdido, lo puede recuperar mediante un decidido esfuerzo psíquico”.
Otros nombres de la Mujer Salvaje, en diferentes tradiciones, son la Loba, la Huesera, la Trapera o La que Sabe. Siempre, en todas las culturas, estos arquetipos representan el archivo de la feminidad, su potencia a veces magnánima y dadora de vida, y otras veces feroz y revulsiva, la conservadora de la potestad de la hembra.
Con respecto de los hombres, algunos, claro, preferirán una gata a una loba, y ni qué hablar de los que preferirían un monito amaestrado. Pero sólo aquel dispuesto a hacer contacto con la parte salvaje de una misma será el adecuado. Es el que no se asustará de nuestros gritos ni nos dirá peyorativamente que de pronto estamos pensando con los ovarios. Por el contrario, el adecuado es el que estará orgulloso de tener al lado a esa mujer.

Barba Azul
A lo largo del libro, Pinkola Estés va narrando varios cuentos y haciendo el posterior análisis de cada uno de los personajes, que son partes de una sola psiquis. En ellos hay hadas bienhechoras, doncellas ingenuas, hermanas sabias, padres indiferentes, mascotas perceptivas, curanderas expertas, brujas horripilantes. Todos esos seres viven en nosotros, juegan sus juegos, hacen sus apuestas. “Pero, ¿qué vamos a hacer con todos estos seres interiores que están locos y que siembran la destrucción sin darse cuenta? Hay que dejarles sitio incluso a ellos, pero un sitio en el que se les pueda vigilar. Uno de ellos en particular, el más falso y el más poderoso fugitivo de la psique, requiere nuestra inmediata atención y actuación: se trata del depredador natural”, dicePinkola Estés en la introducción de uno de los cuentos: “Barba Azul”. El cuento es conocido, pero la analista subraya en el personaje central su carácter destructivo (o autodestructivo) y destaca las soluciones que el mismo cuento ofrece para aniquilar al mal.
En resumen, un gigante conocido como Barba Azul corteja a tres hermanas. Es excéntrico, y las dos mayores desconfían de él. Pero cautiva a la menor, a la más ingenua, que se casa con él. Ya en su castillo, el marido la trata bien y un día le dice que debe irse y que, si quiere, la joven esposa puede invitar a sus hermanas a quedarse con ella. Le da todas las llaves del castillo, y le dice que puede ir adonde quiera, pero con una sola restricción: hay una llave pequeña que debe abstenerse de usar. En su ausencia, las hermanas, apenas enteradas de que hay una llave que no se puede usar, proponen jugar a descubrir a qué puerta pertenece. Y como es natural, una vez descubierta la puerta, la abren. Allí, la joven esposa descubre una pila de cadáveres ensangrentados de mujeres, y advierte que la llave también empieza a sangrar: es una trampa que le ha dejado Barba Azul para saber si fue o no obedecido. La joven esposa trata de limpiar la sangre de la llave, la frota con crin de caballo, la lava, pero todo es inútil. Las hermanas se esconden cuando él llega. Ve la llave sangrar y se enfurece. Le dice a la joven que las muertas son sus esposas anteriores, todas las que lo desobedecieron y abrieron esa puerta. Y la empuja hasta allí para matarla. En su espanto, la joven le dice: “Está bien, está bien, pero dame tiempo para prepararme para la muerte”. El se lo otorga. Mientras tanto, las hermanas llaman a sus hermanos para que vengan a rescatar a la joven. “¿Los ven venir?”, pregunta ella, aterrorizada. “No, todavía no”, contestan las hermanas. “¿No llegan aún?”, insiste. “¡Ya vienen!”, contestan por fin. Los hermanos finalmente matan a Barba Azul y liberan a la joven, que ya no es ingenua. Ya es una mujer.
En la psiquis de una mujer, siempre hay una parte ingenua que se deja fascinar incluso por lo que sabe de antemano que no le conviene. Siempre hay una parte cautelosa (las hermanas mayores) que optan por dejar pasar la apariencia del buen partido. Hay además, sobre todo, un depredador natural, una fuerza autodestructiva que no tiene límites, es seductora y sádica y tiende trampas. Cuando el drama se desarrolla y la joven va a ser asesinada, se produce su iniciación: crece y se vuelve astuta: pide tiempo para elaborar una estrategia. El tiempo le es concedido y es usado para convocar a los hermanos, los guardianes, los guerreros que también existen en la psiquis para acudir ante el peligro. El nudo dramático del cuento transcurre sin embargo un poco antes, cuando la joven esposa abre la puerta y ve. En la vida –o en la psiquis– de todas las mujeres hay algo que se prefiere no ver. Algo monstruoso, doloroso, algo del orden del mal. La joven esposa no habría crecido y no habría triunfado si no hubiese sido capaz de sobreponerse a lo que ve tras esa puerta: que las mujeres ingenuas y curiosas que no desarrollan su astucia no tienen chance. “La capacidad de resistir lo que averigüe permitirá a una mujer regresar a su naturaleza profunda, en la que todos sus pensamientos, sus sensaciones y sus acciones recibirán el apoyo que necesitan”, dice Pinkola Estés, quien además analiza la curiosa relación entre el depredador y su presa, “quienes bailan una misteriosa danza psíquica. Dicen que cuando la presa establece con el depredador cierto tipo de servil contacto visual y experimenta un temblor que produce una leve ondulación de la piel sobre los músculos, reconoce su propia debilidad y accede a convertirse en víctima”. El final justiciero del cuento se debe a que la joven esposa, en ese momento crucial, no se conectó con el papel de presa sino con la Mujer Salvaje: pidió tiempo para contraatacar.
A lo largo del libro de Pinkola Estés, otros cuentos hablan de otros personajes. La mujer interior, la mujer esqueleto, la función de la cólera, los pasos del perdón, el alma salvaje, el patito feo, el poder del nombre, la pestaña del lobo... son sólo algunos de los elementos que viven en los cuentos orales de los que esta mujer honda saca enseñanzas. En elcapítulo que habla sobre la cólera, la analista desliza una clave para salir en busca de la propia Mujer Salvaje. “Hay un momento en nuestra vida, por regla general al llegar a la mediana edad, en que una mujer tiene que tomar una decisión, posiblemente la decisión psíquica más importante de su vida futura, y es la de sentirse o no una amargada”. Hay que salir, entonces, de caza, de pesca y de conquista por el interior de una misma: esa que olfatea con ganas, se revuelca de risa, saca pezuñas, aúlla de noche y mueve la cola está aquí adentro.

"Mujeres que corren con los lobos", de la psicoanalista junguiana Clarissa Pinkola Estés, es una recopilación de mitos y relatos populares que recrean el mito de la Mujer Salvaje, esa fuerza-hembra que habita en todas las mujeres cuando dejan de temerle a su poder.

Por Sandra Russo

lunes, agosto 23, 2010

La Reina (Dama): "La pieza mayor mas poderosa sobre el tablero"


La Dama, también conocida popularmente como Reina, es la pieza más poderosa en el juego de ajedrez debido a la amplitud de movimientos que puede llegar a realizar, y en el juego vino a sustituir a fines del sigo XV a otra pieza menos poderosa y más antigua llamada Alferza.

Se dice que fue en 1485 cuando la reina se incorporó al ajedrez, sustituyendo a la pieza que hasta entonces se llamaba visir. Esta sustitución fue una especie de iniciativa feminista promovida por la reina Isabel la Católica, en lo que representa una tendencia a ensalzar el papel de la mujer, que se habría iniciado con Juana de Arco, unos siglos antes. Es una leyenda agradable, muy divulgada, pero totalmente falsa. La dama del ajedrez no fue una creación de Isabel la Católica. Es algo impensable, jamás podría modificarse por decreto un juego milenario que se practicaba, con innumerables variaciones, en todo el mundo conocido, desde Portugal a Japón. La gran revolución que hubo en el ajedrez aconteció en el siglo XV en España y se superpone al período de la monarquía de los reyes católicos. Pero el ajedrez no surgió en el siglo XV sino que es más antiguo. ¿Qué había antes que la dama? Cuando los árabes introducen el ajedrez en la Península Ibérica, y a partir de ahí por toda Europa, el tablero era exactamente igual a hoy -con 64 casillas- pero al lado del rey había una figura muy débil, además masculina, que se llamaba "alferza". Éste pesado guerrero medieval es una pieza que apenas mueve un paso en diagonal, es decir que prácticamente es tan fuerte o tan débil como un peón. Todo lo que sabemos es que de no haberse introducido la reina, el destino del ajedrez habría sido, probablemente, un juego muy diferente, con un tablero de mayores proporciones (de 10x10, de 11x10) como por ejemplo ha pasado el juego de damas. La reina se mueve con los mismos movimientos del castillo o la torre y del obispo o alfil. ¿Existe alguna relación entre estos atributos y el poder político y religioso que tuvo la reina Isabel? Se ha buscado esa connotación, pero en los primeros textos sobre el ajedrez se dice que en realidad, la reina tiene los movimientos de todas las piezas, excepto el caballo. Como se dijo, la atribución de la introducción de la dama a la reina católica de Castilla, es falsa. Ya está bien que Isabel pase a la historia como la financiera del Descubrimiento. No hace falta que la convirtamos en creadora del juego del ajedrez.
En la versión árabe del ajedrez, que es la que se introduce en toda Europa a través de España, no se llamaba “dama” a la pieza que se situaba junto al rey.
Al extenderse el ajedrez por la europa medieval, el nombre de la pieza va perdiendo su significado original, y acaba siendo llamada “regina” por una cuestión de simetría, al estar situada en el centro de la primera fila, junto al rey.
La pareja real quedaría entonces rodeada de las cuatro “armas” del ejército primitivo de los indios, creadores del juego: elefantes (torres), carros (alfiles), caballos e infantes (peones). Cuatro armas que son un trasunto de las cuatro extremidades del ser humano, y que son las que dan nombre al juego, pues la palabra “ajedrez” proviene del árabe “al shadrez” que a su vez se origina en el sánscrito “shaturanga”, que significa cuatro (shatur) miembros (anga). La palabra shatur es por supuesto también la antecesora del quator latino, del chetiri ruso, etc…
Sí, “ajedrez” es ante todo el juego de las cuatro partes, como cuatro son los puntos cardinales, como cuatro son los brazos de Vishnu, como cuatro son los océanos como cuatro son los rostros de Brahma, como cuatro sol ciclos cósmicos que entre sí constituyen un sólo día de Brahma…
Entonces, la conversión de la alferza en dama es una cuestión obvia, sin ningún componente ideológico especial salvo el hecho de que la posición de la mujer en la cristiandad no era tan marginal como en el Islam.
En el mundo cristiano junto al rey, lo normal es que esté la reina. Esto es especialmente obvio si tenemos en cuenta que el ajedrez se expandió rapidísimamente entre la nobleza medieval europea y que adquirió incluso rango de juego real, apadrinado y practicado por los mismísmos reyes y reinas.
Puede decirse que la denominación “regina” como sinónimo de la “ferzia”, es decir, de la pieza que se sitúa junto al rey en el tablero ya aparece por ejemplo en un poema inglés en latín del siglo XII, llamado el “Winchester Poem”. Allí se lee:
“Cum pedester usque summam venerit ad tabulam,
Nomen eius tunc mutetur; appelletur ferzia;
Eius interim regine gratiam obtineat”.

YYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

I

En su grave rincón los jugadores

rigen las lentas piezas. El tablero

los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?


Jorge Luis Borges. "Ajedrez"