En la tradición de la filosofía práctica occidental, la ética, se ocupaba de las nociones básicas de bien, acción humana, norma, valor, libertad, deber, responsabilidad, justicia. Pero con los debates ocasionados por acontecimientos de resonancia mundial, como el Holocausto o la Guerra de Vietnam, el protagonismo de los movimientos de las mujeres y de otros movimientos sociales que defienden los derechos de las minorías, la conciencia de la crisis ecológica, el crecimiento exponencial de la población y de la pobreza y los asombrosos resultados de la investigación científica y de la tecnología, se plantean a la ética interrogantes nuevos, de relevancia social y señalada conflictividad moral. Es adecuado emplear la expresión “giro ético”, acuñada por Edmund Husserl en la primera década del siglo XX para referirse a rasgos esenciales de su fenomenología. A nivel teórico, la manifestación más evidente de este “giro ético” es el auge de la “ética aplicada”, definida habitualmente como la parte de la ética que brinda una atención particular y directa a cuestiones y controversias prácticas contemporáneas. Este giro ético, debe convertirse en motor de un proyecto de convivencia nuevo, de otras costumbres y hábitos de pensamiento y de acción, de un lugar propio, un êthos en su sentido más antiguo de morada y cobijo. Bioética, en sentido amplio, designa una vertiente de la Ética Aplicada que se propone el estudio de los aspectos éticos relacionados con la vida. Muchos autores contemporáneos coinciden críticamente en la idea de que la mayor parte del pensamiento moderno sostiene una ética que afirma la autonomía del hombre, las bondades del progreso técnico tecnológico abandonado a su propio ritmo de crecimiento (el cual, en muchos casos, es el de las guerras y de los mercados), y carece de normativa para las acciones humanas que se ejercen sobre la naturaleza.
Hacia una concepción del sujeto de la Ética: Es preciso reinterpretar y abrir las líneas de investigación tradicional mediante la consideración de la vulnerabilidad o fragilidad constitutivas del ser humano. Paul Ricoeur en “Autonomía y vulnerabilidad” afirma que ambos términos, vulnerabilidad y autonomía, lejos de oponerse, se componen entre sí: “la autonomía es la de un ser frágil, vulnerable. Y la fragilidad no sería más que una patología, si no fuera la fragilidad de un ser llamado a ser autónomo, dado que siempre lo es de alguna manera”. A partir de esta reconstrucción crítica de la noción occidental del sí mismo (self, soimême, Selbst), se define la autonomía en primera instancia en términos de poder o capacidad. El “sujeto moral”, pretendidamente universal, al que apela la ética tradicional no es sino un sujeto entendido de modo parcial, un ser humano varón, adulto, que goza de plenas capacidades físicas y psíquicas, libre, propietario (la propiedad en general, tanto en los sistemas precapitalistas como capitalistas, entendida como signo y condición de la libertad), blanco y occidental. Tal es así que , en la ética nicomaquea de Aristóteles, por ejemplo, es agente moral en sentido pleno (capaz de alcanzar la eudemonía, o felicidad, mediante la práctica de la virtud) sólo el ser humano (no dios ni animal), varón (no mujer), adulto (no niño o joven ni anciano), en la plenitud de sus capacidades (no enfermo, ni débil mental, etc.), libre (no esclavo o sometido a algún tipo de servidumbre o constricción económica) y miembro activo (polítes) de una ciudad-estado (no extranjero). Éste es el sujeto que construye el “nosotros” y excluye a los “otros” y, en consecuencia, veda a la mayoría de los seres humanos el rango de agente moral pleno (o la posibilidad de alcanzar tal estatuto). Sin embargo, algunas éticas actuales de la responsabilidad y del cuidado se hacen cargo de estos desafíos y esbozan nuevos caminos. Una de las figuras más notables en el debate ético contemporáneo acerca de la responsabilidad y de la crítica a la noción del sujeto moral propia de las éticas tradicionales es la psicóloga cognitivista norteamericana Carol Gilligan, considerada adalid de una corriente de ética del cuidado de innegable trascendencia en el campo de la Bioética. La obra más conocida de Gilligan, In a Different Voice (Gilligan, 1982). Gilligan explora en un artículo posterior las formas novedosas del sí mismo (self) y la responsabilidad. El empleo del recurso literario:
Gilligan extrae los materiales para su investigación no del trabajo empírico sino del Canto VI de la Eneida, concretamente del episodio del encuentro entre Eneas y el espectro de Dido muerta por su espada, en los lugentes campi infernales (campos del llanto). Sorprendido por el daño irreparable que ha causado involuntariamente a su amada (Funeris heu tibi causa fui? L.VI, 458), Eneas se describe a sí mismo como un hombre obligado por su responsabilidad a cumplir el destino señalado por los dioses. Aún cuando el no la había dejado premeditadamente, "él se describe a sí mismo como un hombre puesto aparte, atado por su responsabilidad a su destino" el episodio del encuentro entre Eneas y el espectro de Dido muerta por su espada, en los lugentes campi infernales. Sorprendido por el daño irreparable que ha causado involuntariamente a su amada (Funeris heu tibi causa fui? L.VI, 458), Eneas se describe a sí mismo como un hombre obligado por su responsabilidad a cumplir el destino señalado por los dioses. Eneas estaba atrapado entre dos imágenes de sí mismo. Como implicado y como inocente; como responsable y lanzado a un lado por su fatalidad. Esto ejemplifica claramente el dilema del cómo pensar acerca del sí mismo (self), "como representar la experiencia de estar a la misma vez separado y conectado a los otros a través de una fábrica de relaciones humanas". La imagen de autonomía individual, entonces, va normalmente asociada a una noción de responsabilidad social concebida como deber u obligación. Sólo el arte del poeta permite atisbar la cara oculta del héroe y de su responsabilidad mediante la aparición del adjetivo infandum, no decible, inexpresable, en dos momentos decisivos del texto: cuando en el banquete que la reina de Cartago le ofrece manifiesta su dificultad para contar la dolorosa historia de la caída de Troya (infandum... dolorem; L.II 3) y cuando la pasión lleva el calificativo de “infandum... amorem” (L. IV, 85). Tal inexpresabilidad revela que estas historias de dolor y de amor han quedado generalmente fuera de las discusiones acerca de la moralidad y del individuo. La perplejidad y las preguntas de Eneas reflejan en su tensión esencial dos maneras de pensar acerca del sí mismo en relación y dos formas de responsabilidad conexas: “Las dos imágenes del sí mismo fijadas por estos dos marcos conceptuales implican dos maneras de pensar acerca de la responsabilidad que son fundamentalmente incompatibles”.
Hacia una concepción del sujeto de la Ética: Es preciso reinterpretar y abrir las líneas de investigación tradicional mediante la consideración de la vulnerabilidad o fragilidad constitutivas del ser humano. Paul Ricoeur en “Autonomía y vulnerabilidad” afirma que ambos términos, vulnerabilidad y autonomía, lejos de oponerse, se componen entre sí: “la autonomía es la de un ser frágil, vulnerable. Y la fragilidad no sería más que una patología, si no fuera la fragilidad de un ser llamado a ser autónomo, dado que siempre lo es de alguna manera”. A partir de esta reconstrucción crítica de la noción occidental del sí mismo (self, soimême, Selbst), se define la autonomía en primera instancia en términos de poder o capacidad. El “sujeto moral”, pretendidamente universal, al que apela la ética tradicional no es sino un sujeto entendido de modo parcial, un ser humano varón, adulto, que goza de plenas capacidades físicas y psíquicas, libre, propietario (la propiedad en general, tanto en los sistemas precapitalistas como capitalistas, entendida como signo y condición de la libertad), blanco y occidental. Tal es así que , en la ética nicomaquea de Aristóteles, por ejemplo, es agente moral en sentido pleno (capaz de alcanzar la eudemonía, o felicidad, mediante la práctica de la virtud) sólo el ser humano (no dios ni animal), varón (no mujer), adulto (no niño o joven ni anciano), en la plenitud de sus capacidades (no enfermo, ni débil mental, etc.), libre (no esclavo o sometido a algún tipo de servidumbre o constricción económica) y miembro activo (polítes) de una ciudad-estado (no extranjero). Éste es el sujeto que construye el “nosotros” y excluye a los “otros” y, en consecuencia, veda a la mayoría de los seres humanos el rango de agente moral pleno (o la posibilidad de alcanzar tal estatuto). Sin embargo, algunas éticas actuales de la responsabilidad y del cuidado se hacen cargo de estos desafíos y esbozan nuevos caminos. Una de las figuras más notables en el debate ético contemporáneo acerca de la responsabilidad y de la crítica a la noción del sujeto moral propia de las éticas tradicionales es la psicóloga cognitivista norteamericana Carol Gilligan, considerada adalid de una corriente de ética del cuidado de innegable trascendencia en el campo de la Bioética. La obra más conocida de Gilligan, In a Different Voice (Gilligan, 1982). Gilligan explora en un artículo posterior las formas novedosas del sí mismo (self) y la responsabilidad. El empleo del recurso literario:
Gilligan extrae los materiales para su investigación no del trabajo empírico sino del Canto VI de la Eneida, concretamente del episodio del encuentro entre Eneas y el espectro de Dido muerta por su espada, en los lugentes campi infernales (campos del llanto). Sorprendido por el daño irreparable que ha causado involuntariamente a su amada (Funeris heu tibi causa fui? L.VI, 458), Eneas se describe a sí mismo como un hombre obligado por su responsabilidad a cumplir el destino señalado por los dioses. Aún cuando el no la había dejado premeditadamente, "él se describe a sí mismo como un hombre puesto aparte, atado por su responsabilidad a su destino" el episodio del encuentro entre Eneas y el espectro de Dido muerta por su espada, en los lugentes campi infernales. Sorprendido por el daño irreparable que ha causado involuntariamente a su amada (Funeris heu tibi causa fui? L.VI, 458), Eneas se describe a sí mismo como un hombre obligado por su responsabilidad a cumplir el destino señalado por los dioses. Eneas estaba atrapado entre dos imágenes de sí mismo. Como implicado y como inocente; como responsable y lanzado a un lado por su fatalidad. Esto ejemplifica claramente el dilema del cómo pensar acerca del sí mismo (self), "como representar la experiencia de estar a la misma vez separado y conectado a los otros a través de una fábrica de relaciones humanas". La imagen de autonomía individual, entonces, va normalmente asociada a una noción de responsabilidad social concebida como deber u obligación. Sólo el arte del poeta permite atisbar la cara oculta del héroe y de su responsabilidad mediante la aparición del adjetivo infandum, no decible, inexpresable, en dos momentos decisivos del texto: cuando en el banquete que la reina de Cartago le ofrece manifiesta su dificultad para contar la dolorosa historia de la caída de Troya (infandum... dolorem; L.II 3) y cuando la pasión lleva el calificativo de “infandum... amorem” (L. IV, 85). Tal inexpresabilidad revela que estas historias de dolor y de amor han quedado generalmente fuera de las discusiones acerca de la moralidad y del individuo. La perplejidad y las preguntas de Eneas reflejan en su tensión esencial dos maneras de pensar acerca del sí mismo en relación y dos formas de responsabilidad conexas: “Las dos imágenes del sí mismo fijadas por estos dos marcos conceptuales implican dos maneras de pensar acerca de la responsabilidad que son fundamentalmente incompatibles”.
Gilligan distingue así dos acepciones de la palabra “responsabilidad”: responsibility, que significa compromiso con respecto a las obligaciones, y responsiveness, vale decir, sensibilidad en las relaciones. Gilligan determina entonces la existencia de dos predisposiciones –hacia la justicia y hacia el cuidado que surgen de las experiencias de desigualdad y de unión incluidas en la relación entre hijos y padres y que caracterizan todas las formas del vínculo humano. Se opone así a una visión moral unitaria y considera que estas dos concepciones de la responsabilidad, que reflejan diferentes imágenes del sí mismo en relación, “corrigen un individualismo que ha estado centrado en un marco interpretativo único”. Como lo muestra el Eneas virgiliano no se trata de algo privativo del género, sino constitutivo de la experiencia de los seres humanos como tales. Más bien se trata de dos voces morales: “una que habla de vínculo, de evitar dañar, de cuidado y respuesta; y otra que habla de igualdad, reciprocidad, justicia y derechos”.
Texto : ¿Quién es el Sujeto de la Bioética?Reflexiones sobre la vulnerabilidad Dra. Alcira B. Bonilla
La Eneida es un extenso poema épico escrito por Virgilio entre los años 29 y 19 a.C. Su tema central es el largo viaje que Eneas, junto a algunos troyanos, realizó desde su ciudad destruida por los griegos hasta las tierras de Italia, donde terminaron por instalarse luego de haber sostenido una guerra violenta contra los pueblos del lugar.La primera aparición de Dido (libro I) es la de una reina orgullosa de su pueblo, capaz de gobernarlo y administrar las leyes, completamente segura de sí misma El libro IV describe el amor de Dido por Eneas, una historia que terminará de manera trágica hacia el final de este canto con el suicidio de la reina. El suicidio de Dido siempre supondrá un reproche, pero curiosamente su acción no es condenada por Virgilio. Dido en las moradas infernales no está con los bienaventurados, aunque hace lo mismo que ellos; y se dedica a lo que más amaba en vida a amar, ahora junto al fiel Siqueo. También en este epílogo Dido sigue considerando ruines y cobardes las razones de Eneas.
No es de extrañar que un personaje de tanta envergadura como Dido tuviera una amplia repercusión en literatura, pintura y música. En el Renacimiento, el hombre se hace centro del universo moral y, por tanto, responsable de sus actos. Así lo testimonia la ópera de H. Purcell Dido and Eneas, obra en que se enfatiza lo humano, minimizando la intervención divina.
Texto : ¿Quién es el Sujeto de la Bioética?Reflexiones sobre la vulnerabilidad Dra. Alcira B. Bonilla
La Eneida es un extenso poema épico escrito por Virgilio entre los años 29 y 19 a.C. Su tema central es el largo viaje que Eneas, junto a algunos troyanos, realizó desde su ciudad destruida por los griegos hasta las tierras de Italia, donde terminaron por instalarse luego de haber sostenido una guerra violenta contra los pueblos del lugar.La primera aparición de Dido (libro I) es la de una reina orgullosa de su pueblo, capaz de gobernarlo y administrar las leyes, completamente segura de sí misma El libro IV describe el amor de Dido por Eneas, una historia que terminará de manera trágica hacia el final de este canto con el suicidio de la reina. El suicidio de Dido siempre supondrá un reproche, pero curiosamente su acción no es condenada por Virgilio. Dido en las moradas infernales no está con los bienaventurados, aunque hace lo mismo que ellos; y se dedica a lo que más amaba en vida a amar, ahora junto al fiel Siqueo. También en este epílogo Dido sigue considerando ruines y cobardes las razones de Eneas.
No es de extrañar que un personaje de tanta envergadura como Dido tuviera una amplia repercusión en literatura, pintura y música. En el Renacimiento, el hombre se hace centro del universo moral y, por tanto, responsable de sus actos. Así lo testimonia la ópera de H. Purcell Dido and Eneas, obra en que se enfatiza lo humano, minimizando la intervención divina.
FOTOS: Pintura: "Dido preparando su muerte con la espada de Eneas", Andrea Sacchi, (1599- 1661)crátera. 490-480 a.C.Diomedes, sostenido por Atenea, ataca a Eneas que es salvado por Afrodita. Foto: Feminismo.
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