Su origen se sitúa en torno al año 1550, se conservan los primeros documentos referentes a niños cantantes castrados en Roma y Ferrara. De hecho, la castración con fines musicales se practicaba exclusivamente en Italia, aunque pudo originarse en España y se realizaba raramente en los estados más meridionales de Alemania. Numerosas familias humildes ofrecían a sus niños a la castración para preservar sus voces y garantizarse así los ingresos necesarios para su supervivencia. La castración consistía en la destrucción del tejido testicular sin que, por lo general, se llegara a cortar el pene. Mediante esta intervención traumática, se conseguía que los niños que ya habían demostrado tener especiales dotes para el canto, mantuvieran de adultos una tesitura aguda capaz de interpretar voces características de papeles femeninos. Sus voces, desarrollaban en la madurez una manera única, al crecer el cuerpo (sobre todo la capacidad pulmonar y la fuerza muscular), el rango de la voz, poder y flexibilidad, era bastante diferente a la voz cantada de una mujer adulta, pero también notablemente diferente de los rangos vocales más altos de un varón adulto no castrado. Las castraciones se efectuaban en edades de entre los 7 y los 12 años, es decir, antes de la "muda" o cambio de voz. No todos los niños lograban mantener esa voz después de la castración, eran pocos los que se desarrollaban como Castrato. La mayoría terminaban en la pobreza y mutilados de por vida, lo que los conducía a pasar por "apestados" durante su existencia y más allá, ya que al no estar "completos" la Iglesia les rechazaba de ser enterrados en tierra sagrada.
Una poetisa expresaba: "Iglesia necia que acusáis a los castrados sin razón, sin saber que vos sois la ocasión de lo mismo que culpáis".
En realidad, fue a partir de que el Papa Pablo IV prohibiera que las mujeres cantaran en la Basílica de San Pedro, cuando empezaron los Castrati a hacer sus primeras apariciones en las iglesias. Los Castrati se podían permitir muchos privilegios, llegaron a cobrar enormes cantidades de dinero por sus actuaciones. Cada uno de ellos era muy apreciado, la dificultad de conseguir uno y la necesidad de una ornamentación vocal rebuscada, los hacía importantes.
DULZURA DE NIÑO, AGILIDAD DE UN ADULTO
El encanto de este tipo vocal, que dominó la ópera seria italiana entre 1650 y 1750, radicó en su gran volumen y agilidad: combinaba la dulzura de la voz de niño con la fuerza del adulto; tenía un extraordinario control de la respiración por el pequeño tamaño de la laringe y la desproporcionadamente grande capacidad pulmonar.Voz con la ternura de un niño y la potencia y fuerza de un adulto, eran muy codiciadas y aplaudidas. Todos estos cantantes, adoptaban un seudónimo artístico, atribuido por sus admiradores o elegido por el propio intérprete. La castración era una práctica que rindió muy pocas veces resultados exitosos: muchos de los niños murieron, o bien, un alto porcentaje resultó inútil para el canto por poseer una voz nada agradable para el oído. Las voces de los castrati acabarían siendo objeto de veneración gracias a la combinación antinatural de tono y potencia, al emitirse las notas altas de un muchacho prepubescente desde los pulmones de un adulto; el resultado, al decir de los contemporáneos, era mágico, etéreo y extrañamente incorpóreo. Al niño italiano que nacía con una voz prometedora lo llevaban al local de un barbero-cirujano en los barrios bajos, lo drogaban con opio y lo metían en un baño con agua caliente. El experto cortaba los conductos que desembocaban en los testículos, que se atrofiaban con el tiempo... Se calcula que a principios del siglo XVIII se sometían a la operación unos cuatro mil niños al año; en el hospital de Santa María Nuova de Florencia, por ejemplo, había una cadena de producción, al mando de un tal Antonio Santarelli, que castraba a ocho niños a la vez.
El Castrati más famoso, Carlo Broschi, eligió el seudónimo de "Farinelli", como muestra de agradecimiento a los hermanos Farina, mecenas que costearon sus estudios y manutención. No han quedado muy claros los motivos de su castración, puesto que pertenecía a una familia de la baja nobleza, aunque, se supone, con ciertas dificultades económicas.
En 1994, se hizo una película que cuenta la historia de este cantante, se titula "Farinelli, Il Castrato", donde se atribuye el nombre del chico a la decisión de su hermano Riccardo. Farinelli logró una celebridad tan extraordinaria por su asombroso talento, que fue literalmente idolatrado por cuantos le escucharon. Era simpático y distinguido, tuvo amistad y protección de reyes, emperadores y hasta del Papa. Llamado a la corte de Felipe V de España, permaneció en ella durante más de veinte años como cantante personal del monarca, logrando tal amistad e influencia sobre éste, que, según se cuenta, contribuyó en varias ocasiones a decidir cuestiones de Estado. Gran parte de las sonatas que creara Domenico Scarlatti para la corte española fueron rescatadas por Farinelli.
El auge de los castrati coincidió con la gran época de la ópera seria, cuando la voz irreal de los castrati encajaba en los personajes de héroes mitológicos, dioses y figuras legendarias. El público los prefería por encima de todas las demás voces. Y su punto más álgido fue a mediados del siglo XVIII, cuando el 70% de los cantantes de ópera eran castrati. Básicamente, lo único que ha llegado hasta nosotros de los grandes castrati fue la música que se escribió para ellos y las descripciones que se hicieron de sus actuaciones.Los grandes castrati cobraban importantes cantidades y eran seres, en su mayoría, excéntricos y caprichosos que se permitían hacer desplantes hasta a un rey. Los más famosos se especializaron en cantar arias que se escribieron para explotar sus dotes particulares. Las llamaban arias portmanteau (arias de maleta) porque las llevaban consigo allá donde fueran y las insertaban en la ópera, tanto si encajaba como si no, para provocar el deleite de su audiencia.
CASTRATI, LOS PREFERIDOS DE LAS DAMAS
“¡Viva el cuchillo, el bendito cuchillo”, gritaban extasiadas las admiradoras en los teatros de ópera cuando la moda de los castrati italianos alcanzó su apogeo en el siglo XVIII, un grito que supuestamente se oía también en las alcobas de las mujeres más modernas de Europa.
Para las mujeres de la alta sociedad europea, el beneficio obvio de la contracepción incorporada convertía a los castrati en blancos ideales para aventuras discretas. Canciones populares y panfletos no tardaron en insinuar que en realidad la castración aumentaba el rendimiento sexual del hombre, ya que la falta de sensación garantizaba una resistencia adicional; se divulgaron anécdotas que hablaban de los castrati como amantes solícitos, cuya atención se centraba por entero en la mujer. El matrimonio con castrati estaba oficialmente prohibido por la Iglesia, pero en Alemania dos cantantes lograron una dispensa legal especial para seguir casados. Los varones aficionados a la ópera, mientras tanto, buscaban a los castrati por sus cualidades andróginas. Relatos de viajeros cuentan que coquetos y jóvenes castrati de Roma ataban sus pechos regordetes dentro de seductores corpiños y se ofrecían para “servir […] por igual como mujer o como hombre”.
EL FINAL DE LOS CASTRADOS
Hacia fines del siglo XVIII eran numerosos los intelectuales, escritores y pensadores diversos que alzaban sus voces airadas contra la práctica de la castración, que consideraban aberrante, y muy particularmente en Francia, donde nunca había sido bien vista. Ya Voltaire y Rousseau la condenaron llamando este último "padres bárbaros" a los progenitores que la consentían para sus hijos y "verdaderos monstruos" a quienes la habían sufrido. Pero fueron sobre todo las ideas libertarias de la Revolución Francesa y más tarde el propioNapoleón, lo que dio comienzo al inevitable fin de dicha práctica. En efecto, si bien el emperador admiraba y protegía al castrado Crescentini, el único, según se cuenta, que logró arrancarle lágrimas de emoción, su opinión quedó clara una vez conquistada Roma, estableciendo en esta ciudad la pena capital para quien la practicara e instruyó a su hermano José, rey de Nápoles para que en ninguna escuela ni conservatorio napolitano se admitiera el ingreso de niños mutilados. También la Iglesia modificó su actitud permitiendo a partir de 1798 que las mujeres actuaran en los escenarios teatrales y declarando el papa Benedicto XIV que nunca era legal la amputación de cualquier parte del cuerpo, salvo en caso de absoluta necesidad médica. Por otra parte los famosos conservatorios de Nápoles que habían sido el gran semillero de castrati comenzaban a desaparecer por culpa de malas administraciones y con ellos las posibilidades de formar nuevos artistas de estas características. No obstante, la castración se siguió practicando aún durante un tiempo aunque en muy menor cantidad de casos y ya en 1830, la despedida de Gianbattista Velluti de los escenarios líricos, significó la desaparición definitiva de castrados en la ópera. Los Castrati siguieron cantando en el Vaticano y otras iglesias, hasta que un decreto del Papa León XIII en 1902, prohibiera definitivamente su presentación en ceremonias eclesiásticas. Sin embargo, se hicieron algunas excepciones, como en el caso de Alessandro Moreschi, "el último Castrato", quien se retiró en 1913 y fue el único que pudo dejar testimonio de su voz para la posteridad en grabaciones realizadas en 1902 y 1904.
EL ÚLTIMO CASTRATI
Moreschi había nacido en Montecompatrio, Roma, en 1858 y es considerado el último cantante castrado de que se tenga noticia. En 1883, con veinticinco años de edad ingresó en el Coro de la Capilla Sixtina y si bien la mayor parte de toda su actividad vocal se desarrolló en la sede vaticana, el llamado "angelo di Roma" cantó también en universidades, salones y hasta en el Pantheon de Roma en ocasión de los funerales de los reyes de Italia Vittorio Emanuele II en 1878 y su hijo Umberto I en 1900. Luego de la prohibición de admitir castrados en el coro papal, Moreschi pudo no obstante continuar en él como director del mismo y, en algunas oportunidades, aun como solista.
En 1922, a los sesenta y cuatro años de edad y tras haber cantado "con una lágrima en cada nota" el aria de Margarita del "Fausto" de Gounod en los elegantes salones romanos, moriría olvidado por todos, hasta por aquellos que alguna vez le habrían gritado entusiasmados "Evviva il coltello!" (Viva el cuchillo!) tal cual lo habían hecho otros en los tiempos de esplendor de estas rarezas vocales.
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