como durante siglos te retrataron insolentes
los dominadores.
No viniste a distraer la soledad de ningún señor
sino a beber hasta el final tu propia soledad.
Ningún ser superior te arrojó del paraíso.
Al contrario, desde el tórrido infierno que habitabas
conjuraste a tus dioses
con sus prometidos paraísos,
faro para tus naufragios.
No viniste a distraer la soledad de ningún señor
sino a beber hasta el final tu propia soledad.
Ningún ser superior te arrojó del paraíso.
Al contrario, desde el tórrido infierno que habitabas
conjuraste a tus dioses
con sus prometidos paraísos,
faro para tus naufragios.
Ningún ser superior te condenó a la obediencia.
De eso se encargarían, con el tiempo,
los hijos que pariste.
Nadie te alcanzó graciosamente los frutos,
los halló tu paciencia
y tu osadía.
Como así la morada,
la sólida, o la vulnerable
morada, donde
entre varones erráticos
permaneciste.
De eso se encargarían, con el tiempo,
los hijos que pariste.
Nadie te alcanzó graciosamente los frutos,
los halló tu paciencia
y tu osadía.
Como así la morada,
la sólida, o la vulnerable
morada, donde
entre varones erráticos
permaneciste.
Cómo alcanzarte en el instante
del placer, gratuito y feroz,
cómo
en la razón de los grandes
y los pequeños dolores
que dignamente sobrellevaste.
del placer, gratuito y feroz,
cómo
en la razón de los grandes
y los pequeños dolores
que dignamente sobrellevaste.
Una mujer de piel oscura
agobiada por su prole,
como la muchedumbre de mujeres que hoy fatigan
los caminos
de las orillas del mundo.
agobiada por su prole,
como la muchedumbre de mujeres que hoy fatigan
los caminos
de las orillas del mundo.
Era ella nuestra madre,
nuestro origen, bello y terrible.
nuestro origen, bello y terrible.
Marta Vasallo
Marta Vassallo nació en Buenos Aires. Es licenciada en Letras y ha ejercido sucesiva o simultáneamente la docencia, la traducción y el periodismo. "Eva" pertenece a su libro Eclipse parcial, de 1999.
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